El artículo tiene como objetivo aproximar a dos autores por medio de dos conceptos: genealogía y estupidez con el propósito de pensar nuestro tiempo e interpretarlo. En términos metodológicos se destaca una aproximación entre el concepto de genealogía comprendido como un movimiento de interpretación de la realidad con el concepto de estupidez para verificar en qué medida no estamos logrando interpretar nuestro tiempo en función de obstinadamente querer encontrar una verdad sin antes indagar sobre ciertas ideas y conceptos ya absorbidos y que ocupan un valor que impiden la propia interpretación. De este modo el artículo pretende sostener que Nietzsche ocupa una posición filosófico-educativa cuando nos invita a continuar pensando a pesar de nuestros valores y al mismo tiempo el artículo pretende sostener que darse cuenta de ello puede significar enfrentar nuestra estupidez. Estupidez y política parecen tener cierta afinidad. En algún momento siempre somos estúpidos, el riesgo comienza cuando ya no nos identificamos con ella, y nos definimos sabios para orientar al otro. Estupidez no es antónimo de inteligencia. Para Musil, hay dos tipos de estupidez: una es honesta, admite que algo falta. La otra estupidez es inteligente - errática, pretensiosa. Según Musil, esta estupidez parece más una enfermedad de la cultura. Nietzsche nos alerta sobre La Estupidez en varios momentos de su obra y presenta estrategias para enfrentarla. El diálogo aparece en Nietzsche (ZITTEL, 2016) como forma de exposición de disposiciones suaves, de atenuaciones y de un amistoso escepticismo, de enigmas y ocultaciones, constituyéndose em una herramienta contra La estupidez. Con el deseo de hacer que Musil y Nietzsche dialoguen, arriesgo decir que La Estupidez como clave de lectura no quiere hacernos callar, no quiere vernos inmovilizados. Sin embargo, necesitamos rastrear nuestra estupidez, que puede ser ocasional, funcional e incluso constitucional. Conforme a Musil, vivimos en condiciones de vida tan poco claras que la estupidez ocasional muy rápidamente se convierte en una estupidez constitucional colectiva. La Estupidez siempre está servida de pensamientos y afectos que pueden en un solo cuerpo demostrar estrechez, amplitud, agilidad, sencillez y fidelidad. La lucha contra esta estupidez exige paciencia. Es necesario cuidar para que los afectos no aplanen la razón, en vez de inspirarla. Así, la estupidez no es la falta de inteligencia; en realidad, toda inteligencia tiene su estupidez y rastrearla parece ser el gran desafío formativo del momento actual. Resistir a la estupidez es un desafío educativo y nos sitúa delante de otro escenario: no seguir obstinadamente en búsqueda de una verdad, sino verificar porque determinadas ideas y conceptos adquieren valor en nuestros argumentos.
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